jueves, 16 de abril de 2009

Mi peculiar droga.

Soy adicta a la felicidad, si como lo lees me dedico a pinchármela por vía intravenosa con la mera esperanza de que mi triste órgano vital se reactive y decida hacer más que bombear sangre; intento sentir el calor sobre la piel o el miedo ante lo desconocido. Me empeño en encontrar lo perdido o en buscar lo inalcanzable. Sueño con cuentos de hadas fabricados a base de la abstinencia de emociones; en lugar de sudores o mareos yo experimento apatía con cierto toque de escepticismo ante el mundo en general y el amor en particular.
A diario vendo mi alma al diablo para conseguir una dosis más de ese dichoso veneno multicolor; mi amigo Joe dice que a base de jeringuillas no podré vivir eternamente, que debería plantearme el dejarlo… bla bla y más bla, mientras me limito a asentir y le pago para que me de un poco más, un par de dosis para mantenerme viva.
Respiro porque es un acto involuntario y sobrevivo porque mi cuerpo me obliga a hacerlo pero hace tiempo que no me sentía tan viva y todo esto gracias a una droga a la que estoy enganchada pero al menos soy capaz de reconocerlo. Soy adicta a la felicidad y la necesito para no convertirme en un témpano de hielo, la necesito para descongelar mi corazón y poder arreglarlo después de todo, la necesito y no voy a negarlo.

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